Al bautizarnos en agua, quedamos separados del mundo y dedicados a Dios: santificados. Santificación, quiere decir separación del pecado, del mundo, de lo pecaminoso, de lo diabólico; consagración al Padre, al

Hijo, al Espíritu Santo: y a la Palabra de Dios. Cristo se sacrificó, para santificar a la Iglesia. El que no está en santificación: no forma parte de la Iglesia de Cristo.