El Antiguo Pacto era levítico, de acuerdo al orden de Aarón: habían sacerdotes. Ahora, Cristo es el Sumo sacerdote. Ahora está escrita la Palabra eterna, en las tablas de nuestro corazón:

nuestra vida es carta abierta. Pero no somos competentes por nosotros mismos. Nuestra competencia viene de Dios; quien nos hizo ministros competentes de un Nuevo Pacto, por la sangre de Cristo.