El llamado para ser Pastor u Obispo viene de Dios; no cuando uno desea, o alguien se lo proponga. Hay que reunir condiciones, ser irreprensibles: no divorciado, ni recasado, ser marido

de una sola mujer, no adúltero, no afeminado. Si alguien está convertido, y no reúne estos requisitos, puede ser miembro de la iglesia; pero no puede ser Pastor u Obispo, Dios no lo acepta como tal.