La fe es recompensada con la Salvación del alma; que se alcanza inmediatamente después de aceptar con sinceridad a Cristo en el corazón, en arrepentimiento y humildad. La fe es

aceptar al Padre, a Jesucristo su Hijo, y al Espíritu Santo. En cambio, la Santificación es progresiva: va creciendo hasta alcanzar la meta de la perfección. Las obras se hacen por amor al prójimo y a Dios.