Pablo estaba acompañado de hermanos de la fe en su recorrido misionero, y envía saludos con Timoteo: a Priscila, Aquila, a la casa de Onesíforo, a Erasto que se quedó

en Corinto, y a Trófimo quien se quedó en Mileto, enfermo; Pablo tuvo que dejarlo, pues a él los soldados lo llevaban hacia Roma. Pablo nunca perdió la fe; creció el fervor de su comunión con Dios y con los hermanos.