Generalmente, hombres y mujeres, nos aferramos a la vida o a cosas que realmente no nos hacen bien; mas bien nos dañan, o son posesiones pasajeras. A veces en los

cristianos y hasta en el cuerpo Ministerial, hay cargos, renombre; pero no hay unción, poder, ni gracia de Dios. Es necesaria la unción del Espíritu Santo para reprender a los demonios, hacer milagros en nombre de Dios.