El amor de Dios nos motiva al buen uso de la libertad: amando a nuestro prójimo, con la blanda respuesta ante una expresión fuerte o agresiva, con el perdón; en

obediencia a su Palabra. No usando la libertad como ocasión para la carne, para propia conveniencia y beneficio; sino por amor de los unos por los otros. Siempre andando en el espíritu; para recompensa en el Reino de Dios.