Dios no necesita del mundo, ni de la gente del mundo; para hacer cosas grandes. Dios ha puesto en nuestro vaso de barro, su Espíritu Santo: su gloria; para ayudarnos en

las pruebas, en las tribulaciones, en los sufrimientos. Aunque nos persigan y aunque traten de hacernos daño; esa gloria nos mantiene en vida triunfante. Aunque maten nuestro cuerpo; nuestra alma, no podrán matar.