La doctrina cristiana es una sola. Desde el Antiguo Testamento, dios en su Palabra, demanda a los creyentes que sean santos. Los cristianos creemos en los santos que están en el
Cielo; pero no los adoramos. El Señor demanda que los que le sirven, sean santos por dentro y por fuera: apartados de toda práctica pecaminosa. Ningún líder de ninguna religión, puede hacer santo a nadie.
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