Jesús murió para salvar a la humanidad del pecado y resucitó. Después se apareció a sus discípulos. Con esto, ellos cobraron fuerza, se fueron a orar como Él les ordenó y
recibieron el Espíritu Santo: salieron a las calles a predicar. El que ha renunciado al pecado, puede recibir ese poder: para predicar, sanar a enfermos, liberar a cautivos, echar fuera al diablo y los demonios.
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