El diablo y los demonios son fuertes, tienen al mundo engañado; en cadenas invisibles de pecado. Pero la Iglesia de Jesucristo tiene la Palabra de Dios: el hombre o la mujer

que reciben a Cristo y su Palabra, rompen las cadenas del diablo; y éste pierde toda autoridad sobre su vida. Por eso el creyente debe mantenerse fiel a sus principios y valores, buscando la presencia de Dios.