La Biblia dice que no hay ninguna otra oportunidad, después de la muerte. Por lo tanto, sólo mientras se tiene vida, hay oportunidad para arrepentirse de los pecados. La Palabra de

Dios también nos indica que entre hermanos de la fe, debemos practicar un ferviente y sincero amor: perdonando, hospedando sin murmuraciones, y socorriendo en las necesidades. Todo esto, con sabiduría.