El que ama a Dios verdaderamente, es un cristiano que no miente; vive en Santidad: sólo así demuestra ser un hijo de Dios. Y Dios cuida a sus hijos, coloca

ángeles a su lado. El Espíritu Santo lo protege de toda maldad: de brujos, hechiceros, espiritistas, parapsicólogos y adivinos; y hasta del mismo Satanás. Dios sigue bendiciendo, y llamando voluntarios para trabajar en su Obra.