La Biblia dice que hay que llevar los diezmos a la Casa de Dios, para el sostenimiento de su Obra y de los que trabajan en ella: anunciando el Evangelio y

viviendo en Santidad, para repartir bendiciones como instrumentos de Dios; en salvación, sanidad, liberación y paz. Como sucedía con el Apóstol Pedro, que a su sombra, los enfermos se sanaban, por el santo espíritu del Nazareno.