La Biblia dice que hay que ser santo, para entrar al reino de los cielos, y ser discípulo de Cristo: creer en Cristo, ser salvo y apartarse de todo pecado

e iniquidad. El aspecto interno de la santidad está en lo profundo del alma; el aspecto externo son los frutos: conducta, actitudes, vestimenta. Ambos aspectos, son imprescindibles en el proceso de santidad, hacia la perfección.