Los predicadores debemos aprender de los Apóstoles y de la Palabra de Dios, a sufrir penalidades; por causa de la predicación del evangelio. El que quiera comodidades, difícilmente entrará al

reino de los cielos. Si morimos con Cristo y por Cristo; también viviremos con Él. Tenemos el sello del Espíritu Santo: dones espirituales, para protección contra las asechanzas del diablo.