La palabra de dios es como un espejo para contemplar cómo está nuestra vida espiritual: trae bendición, salvación y vida eterna. Pero también es para exhortar y corregir respecto al pecado:

para despertar espiritualmente, para sacar de la indiferencia y el descuido; para corregir todo lo malo. El propósito es enderezar los caminos de los creyentes debilitados: hacerlos reaccionar.