Jesús nos dio ejemplo de cómo orar, humillarnos ante el Padre en público y en privado, secretamente: postrarnos sobre nuestro rostro, de rodillas; agradeciendo, pidiendo perdón, clamando por nuestras necesidades y

las de los demás. La oración nos lleva a Dios, trae confianza y sanidad, transmite vida a nuestra alma, poder, autoridad, unción, visión, protección y respaldo de Dios.