Cada hombre y cada mujer lleno de fe, puede ser un instrumento de dios; para limpiar pecados, salvar almas y transformar vidas. Saliendo a predicar, buscando con amor a las

almas; por las calles, de puerta en puerta: rompiendo toda esterilidad. Para que el pueblo de dios se multiplique por los caminos de América y del mundo; echando fuera los demonios, la enfermedad y la tristeza.