El Señor mandó a sus discípulos a predicar el evangelio, sin pérdida de tiempo, sin distraerse, sin preocuparse de lo material; la Obra misionera es de fe: está bajo el control

y provisión de Dios. La Iglesia tiene que ser unida, trabajadora, responsable, dinámica y esforzada en la Obra de Dios; esto evita los chismes, las divisiones, los pleitos y la maldición por la murmuración.