Jesús, al terminar su ministerio y habiendo resucitado; indicó a sus discípulos que reciban la unción del Bautismo del Espíritu santo. Es necesario que la iglesia reciba esa investidura espiritual

de poder, para predicar la Palabra de Dios. No se debe predicar por negocio o fama. Hay que orar, buscar el rostro de Dios, y predicar con una entrega total al Él y a las almas perdidas.