El Apóstol Santiago refiere que la fe sin obras, es muerta. Dios nos enseña a amar al prójimo como a nosotros mismos; sin acepción de personas: de cualquier religión, condición

social o cultural. A veces al pobre, sencillo o humilde no se le estima, no se le considera; mas bien se le rechaza, se le desprecia, se le ignora: eso no es cristiano. El verdadero cristiano, ama y ayuda.