Todo padre y toda madre debe atender, observar y corregir a sus hijos; a tiempo y con amor. Sobre todo en la Iglesia, respecto a los hijos espirituales: que vivan en

Santidad, que estén trabajando en la Obra de dios, que no sean murmuradores. Dice la Biblia que no debemos despreciar la disciplina de dios, ni desmayar cuando Él nos reprenda; porque el Señor al que ama: disciplina.