Si alguien peca, Jesucristo es su abogado ante el Padre; pero tiene que confesar su pecado con humillación, con lágrimas, con llanto, con arrepentimiento sincero: con la firme decisión de no

cometerlo más. La fornicación, que es el acto sexual entre solteros, y el adulterio que es el acto sexual de una persona casada, con otra, que no es su esposo o esposa; son pecados y, graves.