Los religiosos siempre ha sido los peores enemigos del verdadero cristianismo; en su perversión y su corrupción, se han vuelto herejes y apóstatas: enemigos de la verdad y la justicia. Ellos

decían que Jesús sanaba por obra del diablo, y no por el Espíritu Santo. La Biblia dice que la blasfemia contra el Espíritu Santo, no será perdonada; es un pecado grave: es rebeldía contra Él.