Israel se encontraba esclavizado bajo el yugo romano. Dios le prometió enviarle un Salvador, un Mesías: el Cristo, el Ungido que venía a redimir a la raza humana. Jesús vino y

predicaba el Evangelio. Los fariseos le hacían preguntas para sorprenderlo, burlarse de Él, o ponerle una trampa para acusarlo después. Los religiosos quisieron matarlo y no pudieron: todavía no era la hora.