El cristiano verdadero ora de rodillas cada día por sí mismo: por sus necesidades y para no caer en tentación, por los demás, y por las autoridades; ayuna, postrándose ante

Dios. Pero es importante que lea y estudie la Palabra, para no caer en espíritu de error. La oración ferviente o conversación diaria con Dios, lleva al cristiano a vivir conforme a su voluntad para agradarle.