La oración en el ayuno es imprescindible en el cristiano: humillado y postrado ante la presencia de Dios; clamando, llorando, revisando nuestra vida; pidiendo misericordia y perdón por cada pecado,

falla o debilidad. Buscando la voluntad de Dios. Esto fortalece y alienta nuestro espíritu. Jesús se postró sobre su rostro, en oración; un verdadero creyente hace esto con frecuencia.