El verdadero misionero es el que tiene un llamado de Dios y ama las almas. Clama por la unción del Espíritu Santo y cuando la recibe: busca a personas y familias

por casas y calles; y ellas se convierten a Dios. Los enfermos se sanan, los demonios salen, se producen milagros, prodigios, señales y maravillas. El mundo necesita con urgencia esta Palabra de Dios: fuente de esperanza.