Muchos hijos e hijas tienen amargura, traumas, cólera, complejos, odio contra su papá y su mamá, que no conocían a Dios; pero Él liberta y todo lo malo se acaba:

temer a Dios, es el principio de la sabiduría. Entonces se acaban también las maldiciones; Dios cambia la tristeza en alegría, el fracaso en éxito: la obediencia a la Palabra, trae bendiciones indecibles a hijos y padres.