Jesús manda escudriñar, buscar en lo profundo de la Palabra de Dios: el mensaje divino, el Pan del alma; para enseñar, corregir, doctrinar. Para que nadie nos engañe, y no nos

debilitemos espiritualmente. El que predica las Sagradas Escrituras debe ser santo: veraz, confiable, honrado, capacitado. Que las responsabilidades no nos adormezcan: no descuidemos nuestra vida espiritual.