Es responsabilidad de todo cristiano, entregarse al servicio de Dios; en favor de las almas. Muchos hombres y mujeres se han entregado a Dios con sincero arrepentimiento, y se han convertido

en personas útiles a su propia vida, a su familia y a la sociedad. Porque cuando el ser humano muere, sólo hay dos lugares donde puede ir: el Cielo en gloria, o el Infierno en tormento eterno.