Cuando el creyente está en los caminos de Dios, y asiste a la Iglesia: oye, lee, cree en la Palabra de Dios; la que no hace daño a nadie, la que

enriquece, la que vuelve inteligente. Mas aún, todo el que obedece esa Palabra, se vuelve sabio: vive en el temor a Jehová; mantiene en alto su testimonio personal, familiar y el de la Iglesia; no hay rebeldía, resentimiento, ni amargura.