El creyente en santidad ora, ayuna, vigila, se arrodilla, pide perdón con lágrimas para ser totalmente limpio, pide a Dios el Bautismo del Espíritu santo; lo recibe, habla en lenguas

y está capacitado para ser su instrumento en favor de las almas. Esta es la investidura de un poder sobrenatural; cobertura espiritual, unción; llenura del cuerpo, alma y espíritu del que lo recibe.