Los cristianos creemos en Cristo y en su Palabra, y así somos justificados: somos hijos de dios. Nos bautizamos en agua y somos del linaje de abraham, heredero según sus promesas.

Por eso la Iglesia de Cristo es una. Cristo es la cabeza, y nosotros, el cuerpo. Una Iglesia cristiana santa, separada del mundo, consagrada a dios, que no hace acepción de personas, que ama y no agrede.