Dios quiere hablar, alentar, enseñar, consolar, exhortar y advertir de algo a su pueblo: relacionarse con él, en orden. Si varios hablan en lenguas, que sea por turno, y si no

hay interpretación: que se hable sólo para sí mismo y para Dios. Si se profetiza, que sea por turno; y hay que juzgar la profecía: que bajo la unción del Espíritu Santo edifique, enseñe y promueva la unidad.