En Grecia, en la ciudad de corinto, el Apóstol pablo se dedicó por entero a predicar la Palabra de Dios; testificando de Cristo, a pesar de mucha oposición. Luego manifestó su

deseo de ir a Efeso, ciudad de Asia Menor, y permanecer allí hasta Pentecostés: fiesta que recordaba el derramamiento del Espíritu Santo sobre los primeros cristianos, cincuenta días después de la Pascua.