El esposo debe tratar a la esposa, como a vaso frágil y coheredera de la gracia de la vida eterna, en el cielo. Ambos de un mismo sentir: en complacencia,

estima y consideración. Compasivos, amigables, amándose como hermanos, con espíritu de tolerancia. Sólo así su oración llega hasta la presencia de Dios; sin estorbo. Si no somos justos, la mano de Dios algún día; nos alcanzará.