La voluntad de Dios para nosotros, es que tengamos el mismo espíritu, el mismo amor que tuvo Cristo: que irradiemos amor y gentileza a nuestro alrededor, en la Iglesia, en el

trabajo. Que todo lo hagamos con amor, como para el Señor. Él nos santifica; nos pone por cabeza y no por cola: cuando somos humildes, fieles, creemos, y nos esforzamos en guardar su Palabra para ser santos.