Más de quinientos discípulos vieron a cristo resucitado, como Dios todopoderoso; la muerte no lo pudo detener. Fue levantado al cielo delante de sus discípulos. El sepulcro está vacío, y

nosotros no tenemos que ir a Jerusalén, para verificar nada. Le adoramos porque está vivo: sentimos su presencia, su gloria, su poder. Ninguna persona, ni religión puede perdonar pecados: sólo Él.